sábado, 2 de febrero de 2008

Paco Rabal: «No espero otro mundo»

La Voz de Galicia (30/8/2001 )

Canal Plus emitió ayer en «Epílogo» una entrevista póstuma en la que se definió como un «humanista» y repasó su vida y su carrera¿Cómo le gustaría que le recordaran? «Como un buen hombre». ¿Qué espera después de la muerte? «No espero otro mundo». ¿Qué mensaje deja? «Ninguno. Que vean mis películas. Las buenas, no las malas».
Así, entre nostálgico y socarrón, apareció ayer Francisco Rabal en el programa «Epílogo» de Canal Plus. El actor desgranó sus recuerdos familiares y de infancia, habló de colegas -«le metía mano a Carmen Sevilla»-, de política, y de la guerra.
Se definió como un «humanista», un hombre de izquierdas que anheló la justicia social y restó importancia a su galantería: «Nunca me llamaron guapo».
Epílogo es un programa en el que se entrevista a personajes públicos, pero que sólo se emite una vez el entrevistado ha muerto. En consecuencia, la periodista interpeló a Paco Rabal, fallecido el miércoles, siempre en pasado, aunque él respondía en presente. La muerte también debe de dar muchas confianzas, porque la entrevistadora lo tuteó en todo momento.
Durante una hora, el actor repasó su vida y su carrera, desde su humilde infancia en un hogar obrero, a sus inicios en el teatro y en el cine. También hizo balance: «He estado satisfecho con mi vida. Volvería a empezar». Declaró que la vida le enseñó todo, lo que le valió para definirse: «Está llena de contrastes; yo soy muy contradictorio, como la vida misma».
Experiencias de juventud
El actor relató experiencias de juventud, como cuando a los trece años vendía chucherías en un hospital de posguerra los españoles le robaban «y los árabes intentaban violarme». Después llegó el cine de la mano de Rafael Gil -«era franquista y sabía que yo era rojo, pero nunca tuvimos un roce»- y los trabajos con directores como Buñuel -«un genio»- o Antonioni, «una persona muy culta».
También salieron a relucir otros nombres. Los de León Felipe, Rafael Alberti y otros poetas. Cuando Rabal invitaba a sus amistades a casa, «despertaba a los hijos para que conocieran a aquella gente».
Antes, la guerra lo había estropeado todo. «Fue muy trágico. Los bombardeos, la gente que moría ametrallada a tu lado. Mi hermano luchaba y mi madre siempre estaba llorando. Lloré de rabia cuando Franco entró en Madrid: aquí vienen estos hijos de puta».
En política, defendió los ideales de la justicia social, y en religión, se definió como ateo. «No espero otro mundo», dijo. Confesó que no se arrepentía «de nada grande» y admitió que había pedido perdón en ocasiones.
Y el cine. Nazarín, el Azarías de Los santos inocentes, Goya. Personajes que le encendieron la mirada al mentarlos. De hecho, no quiso enviar ningún mensaje. «Besos y abrazos. Que vean mis películas. Las buenas, no las malas». Y besos y abrazos.

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