lunes, 21 de enero de 2008

EL HOMBRE COMO DIOS MANDA

ENTREVISTA DE UMBRAL A FRANCISCO RABAL PUBLICADO EN EL ESPECIAL DE "EL MUNDO", "PACO RABAL : Un truhán deslumbrante"

Esa calva tan noble, tan vivida, toda la madurez en esa calva, un mapamundi de experiencias, soles y cicatrices, un hemisferio macho y soleado. Una calva así hay que trabajársela como un fruto, como una idea hermosa y solar que al fin nos llena toda la cabeza. Paco tiene épocas, como Picasso: con calva y sin calva. La estuvo tapando durante muchos años, con más ironía que otra cosa. Sólo las mujeres de su intimidad sabían que él tenía todo el talento en la calva, bajo la melena alquilada. La calva de Paco era la calva más pública y escondida de Madrid. Un convencionalismo aceptado por todos. Dice el dicho que a cierta edad todo hombre es responsable de su cara. A cierta edad, cuando Paco Rabal se sintió responsable de su calva, la descubrió para siempre, hecha ya a los soles y las sombras de la clandestinidad, y sólo se la ha tapado alguna vez con una boina de pueblo para ser el señor Cayo de Miguel Delibes, o el tonto de la milana bonita, boina de santo inocente. En la postguerra no había más guapos en España que los guapos de Cifesa, y Francisco Rabal, electricista de unos estudios de cine, entró en aquel trust de guapos, en aquel club selecto, aunque él no tenía un alma Cifesa, sino un alma de murciano de dinamita, de rojo por su casa. Fue un galán en aquella generación de galanes y todavía le recordaban, siglos más tarde, las señoritas de Alazán, tan nocturnas y cultivadas, cuando él me llevaba, en los setenta, a tomar una copa, "Gracia y encanto de Alazán".¿Pero es que tú no me conoces a mí, morena?Pues claro que sí, que una está al diquele.A ver, quién soy yo.Pues quién vas a ser, majo: Jorge Mistral.A mí se me atragantaba el whisky, porque era el primero y por lo que pudiera venir. ¿Qué pasa cuando a un guapo le confunden con otro guapo? Pero ya entonces nuestro querido Rabal tenía maneras de duque rojo y hacía como que no se había enterado del desliz de la señorita, doblemente grave por producirse ante mí, admirador y amigo del hombre de la vida, hombre de cabaret con dialéctica marxista, bondad murciana y perfil de guapo oficial, como les gustaban a las hijas de los vencedores, y hasta a las santas esposas de los que ganaron la guerra.A mí donde esté Alfredo Mayo que se quiten todos.Tiene más cosa el Jorge Mistral.Vosotras es que no sabéis de hombres.¿No?No. Ahí el hombre hombre, como Dios manda, es Francisco Rabal, un guapo en masculino.Lo que Dios no manda es hablar de estas cosas como estamos hablando, aquí a la salida de misa, como unas perdidas.Eran diálogos de las chicas topolino a la salida de misa de una, o a la entrada. Las chicas topolino, las modernas de entonces, las primeras contestatarias, las pobres, fueron perpetuizadas por José Vicente Puente, fino ingenio, en la novela Una chica topolino, primer best-seller de postguerra.Como Paco ya había pasado de electricista a guapo, de guapo a galán, de galán a actor, y el pelo se le iba cayendo con la misma indiferencia que un otoño que pasase prematuro por su cabeza, pues hubo que inventarse algo y Rabal tuvo la melena más masculina, nacional y valiente de aquellos años y aquellas películas.Acabaría saliendo hasta en los filmes de Antonioni y de Buñuel.Las rojillas del café Gijón le vigilaban a deshora por ver de enamorarse del macho ibérico, del pico/piloto de los machos, que encima tenía un corazón de izquierdas, para más morbo.Que es amigo de Santiago Carrillo, el de París.Al infierno vais a ir vosotras, por enteradas.¿Y si es tan rojo cómo es que trabaja en Cifesa?Porque Paco es como el NODO. Está al alcance de todos los españoles.¿Y de todas las españolas?Esas cosas no se preguntan, niña, verriondilla.Pero Francisco Rabal ocurre que era amigo y vecino de Dámaso Alonso y Menéndez Pidal, lector del 27 y de Marx, un guapo culto, con lo que estropea la cultura a los hombres guapos.La voz. Paco era mayormente la voz. La mejor voz del cine español. Claro que ahí estaba Fernando Rey, otro rojo emboscado en el cine, y éste con antecedentes.¿A usted le parece mejor la voz de Paco Rabal o la de Fernando Rey?A mí me parece que el cine está lleno de comunistas y anarquistas y lagartonas, que el cine no es bueno para nada, ya lo ha dicho don Cecilio, el párroco, en el sermón del domingo.Es que yo he oído que a don Cecilio se le suben los ojos al cielo cuando sale Paco Rabal, que a los párrocos les dejan ver los filmes antes de la censura.Niña, ¿qué manera ésa de hablar de tu santo párroco?La voz de Fernando Rey era una voz educada, con tono inglés antes de aprender inglés, una buena voz de camarlengo o de semental vaticano de las contesinas romanas. La voz de Paco Rabal era una voz salvaje, acanallada en el pueblo de Madrid, una voz de hombre que lleva una taberna en el pecho. Una voz que de pronto se enternecía y se enternece, dando una nota íntima, riente, cariñosa, que es el momento más peligroso para las mujeres que le escuchan. De esa voz nacieron el tabaco negro y el vino malo. De esa voz nació la gallofa bohemia de un Madrid entre dos guerras.Luego ha venido la voz desesperada de los rockeros o la voz doliente de los Serrat, pero durante muchos años Humphrey Bogart fue la voz fumadora y pecaminosa de Hollywood, como Paco Rabal la voz violenta y popular del cine español, siempre con una nota de risa o bondad, de malicia o infancia temblando allá en el fondo.Era una voz para seducir y hoy es una voz para comunicar, para conmover, para predicar el sermón laico de los viejos pecadores arrepentidos a medias. Rabal es como un Bradomín en caliente, como un seductor que se ha hecho viejo, se acaricia la calva al sol de la gloria y le mete a sus personajes una carga de humanidad, de paz y de edad que no les pone ningún otro.Me lo dijo cuando saqué mi primer libro, que era una biografía de Larra.Tú no eres malo, Paquito, tú no eres malo, aunque vayas de malo. Larra tampoco era malo.Sus ojos ríen, su alma fumadora le resuena en la voz y su picardía nacional es como la flor sin nombre, dura y de forro suave, que crece en las cumbres de Gredos. Hemos viajado, hemos amado, hemos coincidido en días y mujeres, estamos dentro de la endogamia natural de Madrid, él me lee y yo le admiro y le quiero. Es quizá el único español que ha llegado a patriarca sin llegar a viejo. Hay tanta mitología cinematográfica en su vida que más vale dejarlo. No seamos los gacetilleros de un alma grande, sino los glosadores inesperados de un amigo impar.La calva, la voz, las cicatrices. Paco consiste en sus cicatrices. Está remendado por todas partes, como un torero, como el Juncal a quien dio vida e hizo un hombre. El desgarrón de la nariz, las minuciosas cicatrices de la calva, los tabacos de la cara, como de novillero malo, uno diría que hasta una cierta cojera.Su gestualidad son sus cicatrices. Ellas se expresan por él. Cicatrices que toleramos en Paco Rabal y que en otro nos llamarían mucho la atención. Zurcidos que ha ido haciendo la vida en la carne zurrada y el alma golfa y buena de este protagonista natural de las cosas. ¿Automóviles, mujeres, peleas? No sabemos qué navajas de playa incierta se han conjurado siempre contra la belleza plebeya de Rabal, hasta dejarle miniado como un obelisco, taraceado como un presidiario, heroico de sangre seca y cornalón incógnito.No lo sabemos o lo sabemos demasiado bien.Esto es un retrato o aguafuerte de Paco Rabal, la radiografía de una voz y el óleo minucioso de un hombre tan excesivo de vida que sólo el señorío de los años, la aristocracia natural de la edad, le han permitido contenerse, embarnecerse y quedar fino. Paco, que ahora va de mito y de vieja gloria, es una acumulación de vida y biografía, de hombre y contienda, que hasta los trajes le sientan mal o no acaban de sentarle.En las mejores fiestas de Madrid, en los frecuentes homenajes que se le hacen, Paco queda muy bien con unos versos en el bolsillo del esmoking y un foco en la calva, pero debajo de tanta ceremonia y pajarita se nos hace visible y rebelde lo que él tiene de bandolero de izquierdas, de patriarca selvático, de bebedor solitario que vuelve a casa muy tarde, con el monólogo en los labios quemados de viejos tabacos. Rabal es que habla mucho consigo mismo, y algunas noches se levanta a fumar y decir grandes papeles que ha interpretado, los griegos que le daba Tamayo.La calva, la voz, las cicatrices. Por la calva vemos ahora que era un santo sin canonizar, un beato de izquierdas, un hombre bueno a quien le madura la calva como una calabaza inteligente. Tiene la calva más hermosa de Madrid, después de José Hierro.Por la voz vemos (vemos y no sólo oímos) que sigue siendo fiel, hombre que nació para amigo, que nació como amigo y luego se hizo actor para ir tirando. La amistad se hace visible y elocuente en Paco Rabal como en otros la amante o la fortuna. Paco es todo amistad, ha hecho un arte de eso y pulsa el teclado de sus amigos (entre los que me cuento) con una sensibilidad de pianista del coro de tenores que somos su círculo de íntimos.Es cosa de familia. Ya el intelectual y nocherniego Damián practicaba la amistad como un códice y sabía ser hombre entre los hombres. Cuánto he querido y quiero a estos dos hermanos, el vivo y el muerto, ambos vivos para mí.Por las cicatrices sabemos que es un torero sin suerte, que le han atropellado todos los trenes que atropellan a los novilleros cuando van a torear de incógnito nocturno en una dehesa del cielo. Por las cicatrices sabemos cuántas firmas de sangre ha echado la vida en el corazón de este hombre que es como un ángel bueno y rural, un ángel de capilla de pueblo, que ahora se ha dejado calva de San José comunista.Tú no eres malo, Paquito, tú no eres malo.¿Y aquella puta que te confundía con Jorge Mistral?No juegues a malo, Paquito, que tú no eres malo.La milana bonita de Miguel Delibes se ha posado para siempre en su hombro poderoso y amigo, se ha posado para siempre en su cabeza griega, o más bien romana, de un románico rústico y honrado, con cabeza que tiene sobre sí el zodiaco de todos los focos del cine, pero también la caligrafía de todo lo que este hombre ha pensado hasta conocer a los hombres. La milana, que no es una milana, sino un pobre pájaro bueno y sin nombre, se ha posado para siempre en su calva, milana bonita, como un Espíritu Santo ateo y popular, porque Paco es el ateo que mejor podría hacer de Dios en el cine. Va ya a los grandes saraos madrileños con la milana viva y buena en la cabeza, porque tiene algo de apóstol de un Cristo de izquierdas. De madrugada, pasados de copas y de penas, acaba recitándome esas coplillas leves, dulcemente ripiosas, entrañables y primitivas que le publica el ABC.

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