sábado, 19 de enero de 2008

CARLOS SAURA PACO RABAL - FRENTE a FRENTE

ARTICULO PUBLICADO EN 1996 EN LA REVISTA MAGAZINE DE FIN DE SEMANA DE "EL MUNDO"
Rabal ha amanecido grave recitando a Lorca, prepara un homenaje al poeta inmenso de su latitud. Saura se ha levantado eufórico; mañana parte a Japón y esas cosas del viaje aún le gustan. Actor y director estrenan vecindad en la Sierra de Madrid...
...Saura ha bajado de Collado Mediano a la nueva casa de Rabal en Alpedrete. Despunta la mañana soleada en esta primavera precoz. Huele a Murcia. Viene de la cocina. Un aroma a salsa murciana con arroz. Salsa de la huerta, cebolletas, ajitos y pimientos sofritos. Los apetitos despiertos. Rabal degusta a pequeños sorbos un barbadillo tempranero.
La gracia y la técnica no descansan, hablan y hablan, tienen mucho que decirse. Rabal deja correr su anecdotario, siempre renovado: memoria de elefante tiene. Y Saura regurgita sus recuerdos.
Rabal.-¿Te acuerdas cuando te llevé por Andalucía en el mercedes descapotable?
Saura.-Sí, el comunista en mercedes. Hacíamos proselitismo, cabreando al pueblo: "¡Ricos, cabrones...!".
P. R.-No, no, a mí me aplaudían. Tú me dijiste que debía llegar a alcalde, por lo menos. ¿Y cuando vinimos aquí arriba a rodar la batalla de Llanto por un bandido?
C. S.-Qué pena que la censura cortara aquellos siete minutos de Buñuel matando a los bandidos a garrote vil. Ahora serían una reliquia.
P. R.-Qué mal actor era Buñuel, el peor. Entonces Rabal reproduce un diálogo a dos voces, el maño genial redivivo.
Y Saura: "Menudo peluquín llevabas tú, y las chicas querían quitártelo y te llevaban a la piscina".
P. R.-El pelo se me acabó a los 31.
Pregunta.-Todo empezó con Cuenca, principios de los sesenta, ¿cómo han crecido?
P. R.-Carlos me dijo hace poco que me encontraba más ecléctico, ¿se dice así?; que comprendía y perdonaba más, con la edad. Yo a él lo veo afectivamente maduro.
C. S.-Más viejo, ¿no? Pero la vejez no es un mérito en sí.
Pregunta.-Dice Rabal -reciente bisabuelo- que los actores, como el vino, a la madurez ganan.
C. S.-No pasa siempre, hay vinos que se agrian. Yo a Paco lo veo todavía demasiado joven, tenemos tiempo para hacer nuestro Goya, estoy seguro de que vamos a hacer esta película juntos.
Pregunta.-Por qué es tan importante Murcia, si apenas tendrán recuerdos de su vida allí?
P. R.-Nací en un cerro junto a las minas, en la Cuesta de Gos, una pedanía de Águilas, un grupo de casas de mineros y labradores, una rambla y al frente el mar. Había pequeños oasis, huertos de limones y naranjas: después de comer mi padre me mandaba al árbol. Me fui de allí a los seis años, y volví durante la Guerra Civil. Ya no quedan vestigios de la casa, pero mis recuerdos siguen siendo el azahar y el mineral, el plomo y la pirita. Cuando empecé a ser conocido volví a Murcia, me llamaban para darme homenajes, y ahora tengo una casa allí.
C. S.-La memoria es extraordinaria, yo puedo estar horas escuchando a Paco. Esto que acaba de contar inmediatamente te transporta al lugar. Una de las cosas que más me gusta de ti, Paco, es que después de haber viajado por todo el mundo, has mantenido ese aire de pueblo. Hay muchos ejemplos así en el arte nuestro, Picasso, Buñuel...
P. R.-Hoy he recibido 50 litros de aceite de Calanda. Uno de los homenajes que más me ha emocionado fue la placa que me pusieron en el pueblo de Buñuel.
SAURA."A mí me encanta la familia murciana, la del sur, tan sensual, esas tías gordas que te quitaban el pantalón y te daban un mordisco en el culo"
Pregunta.-¿El arraigo tiene que ver con la biografía o es anterior a la vida, como un gen?
C. S.-Yo voy más lejos aún, hay paisajes que me parece que son míos y no tienen nada que ver conmigo. Para mí, esta película es una deuda que tenía con mi padre. Mi padre era muy muy murciano. Siempre quise hacer algo sobre Levante, la luz, el calor, la siesta, las terrazas, el olor del azahar... cosas que me han dejado un poso africano, que luego he reencontrado hasta en la India, en Marruecos, en Argel. Es una imagen recurrente. Esta película ha sido la liberación de aquellas imágenes.
Pregunta.-Dos enamorados de la luz, trasterrados en la Sierra de Madrid, ¿el paisaje de Madrid es el cielo?
C. S.-Responde tú, Paco, que eres poeta.
P. R.-Yo he vivido mucho en la sierra. Primero en la Sierra Pobre cuando mi padre trabajaba en el ferrocarril, luego en el maldito valle ese de Los Caídos. Pero la luz es del Mediterráneo.
C. S.-Antes el cielo de Madrid era fantástico. Pero eso se ha perdido, Madrid ha perdido el cielo. Algún día de esos de viento que barre la contaminación, sí, lo descubrimos. En la Sierra aún existe, es un cielo limpio con la luz dura, brutal, no hay más que sombra y sol, apenas hay zonas de penumbra. Me gusta mucho esta luz.
Pregunta.-Rabal, dice Saura que los actores son lo más maravilloso del cine, especie de dioses que hacen posible la película, ¿eso se nota al trabajar con él?
P. R.-Claro, él respeta mucho a los actores. Y un actor tiene que tener fe en el director. Si uno está mal en una película, es que el director es malo.
Pregunta.-Saura, ¿los actores son egoístas?
C. S.-Vamos a generalizar aunque sea mentira: son una raza aparte. Es un trabajo extraño ese de desdoblarse y creerse que es verdad la ficción en la que se meten. Eso que hace Paco, por ejemplo, de irse al campo si tiene que interpretar a un campesino. Eso no lo hace una persona normal: hay algo de querer convertirse en otro. La mayor parte de los actores son gente con problemas, están cerca de ser neuróticos, perdona Paco, y mi experiencia es que cuanto más neuróticos son, mejor lo hacen. Y cuando están sin trabajar se angustian porque no les llaman. Es un trabajo terrorífico, de una gran inseguridad.
Pregunta.-¿Y la literatura, qué es para vosotros frente a este mundo multitudinario del cine, una especie de refugio?
P. R.-A mí me distrae, escribo cosas muy sencillas, con cierta ironía y ternura. Lo que sí hago es leer mucho, ahora acabo de leer un libro que te recomiendo, Carlos, Completamente viernes, de Luis García Montero. Leo mucho, cuando no trabajo, cuando nadie me llama, como después de la muerte de Franco, qué curioso, porque todo el mundo quería hacer cine pornográfico de ponerte desnudo. Yo leo muchísimo. También leo la prensa, pero me da disgustos. Un café, golpazo al hígado, el periódico, otro golpazo.
C. S.-De joven iba a tertulias, era amigo de Luis Martín Santos, de Ferlosio, de Carmen Martín Gaite. Me gustaba conocerlos y saber lo que hablaban de literatura. Luego tuve que empezar a escribir mis guiones porque los que leía no coincidían con mi personalidad. Así he descubierto el placer de escribir en soledad, empezar una narración sin saber lo que es, que luego me sirve para hacer cine. Es algo paralelo y mucho más tranquilo. El cine es maravilloso, pero brutal. Para mí, el rodaje es una descarga fantástica, ver cómo sale adelante algo completamente diferente a lo que había escrito. Creo mucho en la improvisación. Yo, que soy un perfeccionista, creo mucho en la imperfección, aunque parezca una contradicción.
Pregunta.-Eso de la perfección imperfecta tiene que ver con la frase que tanto le gusta: crecer es insistir en los propios errores.
C. S.-La digo a menudo, se la oí a Cortázar: "Insiste en tus errores porque ésa es tu verdadera personalidad". Se aprende de los demás, pero el desafío es ser tú a través de lo que haces. Yo soy perfeccionista en la técnica. Me gusta ir preparado, pero dejando el margen de misterio que hay en todo, cuando escribes, cuando ruedas, cuando pintas, y que depende de la energía del momento, de la atmósfera, del entusiasmo, y por eso yo acepto la imperfección.
P. R.-Como pasa con las mujeres, esa pequeña pequita, un diente separado. Así se valora más la belleza. Los defectos la enriquecen: cierto extravío de los ojos... (sonríe y los ojos se le llenan de agua y de luz).
RABAL."Yo les tenía miedo a mis tías, llegaban y te daban un beso, hermoso, hermoso, hermoso, y te rompían la cara del beso, aaaag..."
Pregunta.-Además del cine y la literatura, comparten una suerte de devoción por las mujeres, ¿es una devoción decimonónica, la mujer el ser ideal, cómo es? (Se ríen, los dos)
P. R.-La mujer es fundamental, desde el parto de la madre.
Pregunta.-¿La mujer es siempre la madre?
P. R.-No siempre, mi experiencia con Asunción es que se ha ido transformando en madre. Empezó siendo amante, luego compañera, luego hermana y ahora ya es madre, absolutamente.
Pregunta.-Dice Saura que la relación con una mujer tiene un principio y un fin, bien se le conoce a él su experiencia personal.
C. S.-Desgraciadamente o por suerte es así. Yo he sido siempre monógamo. Si una mujer me gusta me dejo transformar por ella, me he dejado cambiar con gran satisfacción de forma de vivir.
Pregunta.-¿Qué opina Rabal, que ha tenido una sola mujer, santa costumbre?
P. R.-Yo siempre he tenido la misma, y un solo domicilio, si he cambiado es porque ella se ha empeñado, y le estoy muy agradecido.
Pregunta.-¿Tan sabias son las mujeres?
P. R.-Los alemanes las tenían de consejeras de guerra, porque el hombre da más vueltas. La mujer es más decidida.
C. S.-Yo creo que sí. He pasado de una educación religiosa, en que la mujer era virgen e inaccesible, no era corpórea, no se la podía tocar: tenía un misterio en su cuerpo que ocultaba. He pasado de eso a la vida actual y, pese a que queda mucho remanente de aquello, hoy la mujer está cada vez más próxima a una relación de compañero. El cambio ha sido tan vertiginoso que yo no sé dónde me he quedado. Guardo reminiscencias de la mujer entendida como algo completamente diferente al hombre, que está ahí arriba. Y luego resulta que está ahí a tu lado. Yo me muevo en esa contradicción, no sé Paco.
P. R.-Es curioso, yo que he sido muy prolijo, que he tenido cantidad de novias incluso estando casado, cada vez estoy más arraigado a Asunción, que ha sido la única mujer con la que he convivido. Mi educación ha sido diferente, yo me he criado en la naturaleza, en lo rural, y la mujer y su cuerpo eran algo natural, como hacer el amor con las cabras o las gallinas: eso me ha dado más naturalidad.
Pregunta.-Hablemos de su infancia ya que la recuerdan, infancia en una guerra.
P. R.-Yo tengo recuerdos vivos de los bombardeos, de los paseos, de los cañonazos, de ver cómo a un hombre le volaba la cabeza, de tener a la familia luchando, por la república, eh.
C. S.-Yo era un niño de cuatro años, pero siempre lo he recordado con una precisión sorprendente. Tanta angustia...
P. R.-Miedo.
C. S.-Y aventura, para un niño. Me acuerdo del primer al último día. De Madrid a Valencia y luego a Barcelona, el periplo del gobierno republicano, porque mi padre era secretario del ministro de Finanzas.
Pregunta.-¿La infancia es siempre cruel o puede ser un tiempo feliz?
P. R.-Yo tuve una infancia casi mísera, pero muy alegre. He pasado hambre, frío, pero siempre hemos sido muy felices. Lo que recuerdo con angustia es el día de la victoria: los vecinos levantando el brazo, arriba España. Yo tenía una boina con dos insignias que me había dado mi hermano, una del Partido Comunista y otra de la república. Y desde los camiones: "¡Chaval, levanta el brazo!, ¡Arriba España!" Y yo: "¡No me da la gana, hijo puta!".
Pregunta.-¿De ahí les viene el enorme arraigo a la familia?
P. R.-Yo soy muy de mis hermanos.
C. S.-Con la familia tengo una relación muy ambigua. Creo que esa familia española unida y hermética es peligrosísima, es la madre de las corruptelas: del sobrino que viene del pueblo y te pide, tío, a ver si me colocas. A mí me encanta la familia murciana, la del sur, tan sensual, esas tías gordas que te quitaban el pantalón y te daban un mordisco en el culo: ah qué culo tiene este niño, y el pobre niño aaaaah...
P. R.-Yo tenía miedo a mis tías, llegaban y te daban un beso, hermoso, hermoso, hermoso, y te rompían la cara del beso, aaaag...
C. S.-Sí, y tu venías de Madrid y te quedabas espantado. Y aquellas mujeres blancas y gordas eran el ideal: qué muslamen.
Pregunta.-Esa sensualidad femenina que tanto les motiva ¿es eso el temblor de la belleza que hace merecer la pena estar vivo?
C. S.-El horror y la belleza están en todas partes. Yo tengo dudas de que el hombre sea bueno y también de que sea malo: depende mucho de las circunstancias. La belleza, como todo, hay que cultivarla y estimularla. Hay alguna belleza espontánea: un atardecer, una imagen que aparece en tu cabeza y no sabes por qué, y esto puede suceder hasta en medio del horror.
Pregunta.-¿Es ése el mensaje optimista de Pajarico?
C. S.-El mensaje de Pajarico yo creo que está en el personaje de Paco. Hay algo en él que me gustaría hacerlo mío, que es la aceptación de la vida en todas sus dimensiones, hasta en la hora de la muerte. Deberíamos ser así, ¿verdad? Ese final tan rápido quiere decir: la muerte forma parte de la vida.
Pregunta.-Es una muerte esperanzadora: plácida, sin aspavientos, rodeado de amor: murió como un pajarito, que dicen.
P. R.-Eso se dice mucho en Murcia: murió como un pajarico.
C. S.-¿Tú sabes Paco que los ricos de Murcia vienen de Aragón? Al parecer los de Aragón estuvieron en Murcia.
Pregunta.-Ah, por eso los murcianos son tan raros.
P. R.-¿Raros? Amamos pasionalmente. También hay muchísimo suicidio. Recuerdo un muchacho que cuatro días antes de casarse se colgó de una higuera, yo tenía cinco años. Y a los tres días se ahorcó la novia, con la soga de la cabra. A partir de entonces, cuando mi madre venía a reñirme, me ponía la cuerda.
Pregunta.-Vaya con el niño, ¿habían hablado antes sobre esta muerte plácida?
C. S.-Mira, a mí me daba no sé qué entregarle el guión a Paco, a ver si iba a creer que yo pienso que está mayor. Es delicado darle a un actor un papel en el que muere. Paco y yo acordamos hacerlo lo más sencillo posible. Pero es verdad que a mí también me impresionó mucho.
Pregunta.-Es casi bonita.
P. R.-Yo había estado comiendo allí con unos pescadores y justo antes de rodar me llamasteis: fui, me senté en la silla y aaaag... (Y don Francisco sobre su silla reproduce el estertor de una muerte, estertor dulce).

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