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RABALIANO.
1. adj. Perteneciente o socio de la asociación que recuerda la memoria de Paco.
2. Dicese de aquel que es premiado por su relación artistica y humana con Paco.
3. Dícese tambien de aquel que sigue con pasión, la vida y obra de nuestro Paco.
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sábado, 21 de junio de 2014

"¡RESPETAD LA MEMORIA DE LOS MUERTOS!"

Miguel Hernández tuvo tan mala suerte que a la propia de sus últimos años y las connotaciones que rodearon su muerte, se sumó después -sobre todo con la cultura,  y más con unas que con otras- la crisis económica, aunque también social, de valores y coherencias, que envolvieron las fechas del centenario de su nacimiento (2010). Aquel año hernandiano resultó ser la viva imagen de un niño pobre con pañales de niño pobre. A falta de los actos y fastos que el personaje y su obra merecían, otros, con cientos de actividades de mucha menor repercusión, intentamos, y logramos, que tal efemérides no pasara desapercibida.
También su legado ha ido a parar a donde él jamás imaginó. Lejos de su Orihuela natal, la tierra en la que pastoreó mientras componía versos. Son actitudes y decisiones a las que los muertos no pueden objetar.
Y con Paco Rabal, que tantas similitudes naturales y sociales comparte con el poeta influenciado por los vientos del pueblo, ya está ocurriendo lo mismo. Al actor de la Cuesta de Gos le sonrió la vida más que a su admirado cabrero autodidacta; vivió más años que él y saboreó personalmente su ascenso al olimpo de los mitos, ese séptimo cielo en el que también vive, solamente, el espíritu de Miguel.
Con tristeza, o solamente con indiferencia hacia la condición humana, Paco, en su etéreo espacio, habrá interiorizado cómo sus cenizas dejaron de estar donde él quiso que yacieran, en su cuna minera, a la esponta de la Almenara: 
Lo tengo bien pensado, amigos míos,/un día me sentaré, la cara al viento,/aquí, junto a este mar que vi de niño/y aquí, bajo este sol, bajo este cielo/y oyendo vuestros pasos a mi lado/me dejaré dormir un largo sueño.

Y ese mismo rincón, casi paradisiaco, con el mar al fondo (“mira, Paquico, desde aquí se ve el mundo”), por el  que tanto luchó Paco para que se optimizaran sus condiciones de vida, y que debiera ver mejorado su acceso -tanto para propios como en beneficio de los muchos forasteros que hasta allí suelen acudir casi en peregrinaje-, también puede verse expoliado de lo único, físico, no espiritual, que le queda de su hijo más ilustre, la escultura que nos lo recuerda y que llegó para sustituir a sus cenizas.
Y como el devenir del tiempo, en su guión improvisado cual rayo que no cesa, sigue enarbolando su impetuosidad sorpresiva, un manotazo duro, un golpe helado intenta derribar, de un empujón, otro trozo de la memoria de Paco: la fuga y viaje, no se sabe a dónde, de las menciones, trofeos y premios que, otorgados al actor durante su carrera, todavía siguen depositados en Águilas, en la Casa de la Cultura Francisco Rabal, desde que él las donara para regocijo y disfrute de su pueblo.
Aunque los muertos ya no pueden opinar -¡ay si algunas veces levantaran la cabeza!-, ¿es que no merecen respeto su memoria y deseos expresados en vida?
    Miguel Ángel Blaya  Pte. de la Asociación Milana Bonita Paco Rabal en el recuerdo.


http://www.laverdad.es/murcia/culturas/201406/19/respetad-memoria-muertos-20140619003246-v.html

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