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RABALIANO.
1. adj. Perteneciente o socio de la asociación que recuerda la memoria de Paco.
2. Dicese de aquel que es premiado por su relación artistica y humana con Paco.
3. Dícese tambien de aquel que sigue con pasión, la vida y obra de nuestro Paco.
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sábado, 29 de diciembre de 2007

Juan Cruz entrevista para "El Pais" a Juan Luis Galiardo


ENTREVISTA: TALENTOS CON ÉXITO
JUAN LUIS GALIARDO, Actor
"MI EGO ESTÁ ABASTECIDO"
JUAN CRUZ - Madrid - 02/08/2003
Se desnudó de arriba abajo para mostrarle a Manuel Gutiérrez Aragón que ya la vida había preparado sus carnes para interpretar el Quijote. Galiardo es un hombre con un alto concepto de la familia. Vive en una casa ordenada, al borde de la M-30 de Madrid. Su enésima morada, pero la primera que considera suya.

Pregunta. ¿La primera casa de su vida?
Respuesta.
Es la primera en la que a largo plazo me gustaría vivir. He tenido la casa de mis padres, pensiones... Mi padre me definía como un trashumante escolar. Trashumante. Y luego me casé con Juana y ella puso la casa. Era su casa. Nos separamos y me fui a vivir a un apartamento, castigado a una austeridad suprema: una cama, una nevera y una ducha.
P. ¿Qué le provoca el recuerdo de la primera casa, la de sus padres, en San Roque, Cádiz?
R.
Yo nací en un hogar en la posguerra. Se venía de la muerte. Mi madre había tenido un hábito tres años y aquel hombre que llenó su vida la llenó de niños también. Yo era el mayor. Un patio precioso. El olor a jazmines y el cariño. Un hogar lleno de la ternura de mi madre, y de cierto rigor de mi padre. Vivimos después en Badajoz; fue algo así como el destierro de mi padre, hermano del alcalde republicano de San Roque.
P. Y de la casa de Badajoz le echó su padre.
R.
Sí, nunca digerí la muerte de mi madre, tuve un grave enfrentamiento con mi padre, fíjate que le pedí la legítima de mi madre, en aquellos tiempos, y me echó de casa. Y a mí aquello me dejó al borde del precipicio... En el fondo era una demanda de cariño. Era decirle... oye, ¿pero por qué no me das la misma nota que mamá? Y resulta que a quien más me parezco yo ahora es a aquel hombre.
P. ¿Nunca digirió la muerte de su madre?
R.
Ya está digerida. Hay buenos psiquiatras, y esos buenos seres me han ayudado sacando de mi subconsciente todo lo que estaba guardado, manipulado, tergiversado...
P. La gente recuerda el Galiardo tópico, el guapo, el gigoló, el ligón... ¿Ése está huido?
R.
El Galiardo tópico era un personaje perdido, lleno de mala conciencia porque cada acción que hacía era para revalorizar el afecto, para llamar la atención... Vivía en exceso, tenía una autoestima bajísima. Estaba huyendo...
P. Ligaba mucho, le toleraban...
R.
El exceso en mis acciones se me permitía más que si yo hubiera sido un señor bajito. En un señor bajito el ego desesperado se hubiera manifestado de otra forma. Hubiera sido más un personaje...
P. ¿Atormentado?
R.
Atormentado, diabólico. El histrionismo que practicaba era permitido aunque agraviara a ciertas señoras, porque era guapo y esas cosas... Era para buscar afecto. Lo único que he ido buscando toda mi vida es afecto.
P. ¿Y ahora lo tiene?
R.
Sí, ahora mi ego está abastecido. Quedan residuos, intento pedir un poco más. Pero inmediatamente aparece un factor corrector que me dice: no pidas más.
P. ¿Cómo se pudo salvar el actor en aquella vorágine?
R.
Si hubiera sido ingeniero agrónomo aquello hubiera sido terrible. Pero en mi caso, aparte de ir a psiquiatras he ido incorporando como actor cosas de esos personajes que me hizo ser la vida...
P. ¿Cuando uno está loco qué ve?
R.
Dolor.
P. ¿Cómo influye ser actor en la personalidad de un ser humano?
R.
Trabajo muchas horas para conseguir desarrollar mi actividad de actor. De vez en cuando, para hacer una broma, pues les regalo algún histrionismo de mi personalidad. Me he perdonado. El tratamiento de la cirugía del dolor es asumirte. Y entonces no hay rabia, no hay saltos atrás. Decía Manolo Trujillo, mi psiquiatra, que esto es como dejar de conducir desde atrás para conducir desde el asiento del conductor. Y la no aceptación de la muerte de mi madre era la no aceptación de mi destino.
P. ¿Qué es la edad para usted? ¿Cómo ha influido en un hombre guapo saber que hay un momento en que ése ya no es el principal atractivo?
R.
Tengo utilidad para mucha gente. No solamente para mi dolor, que ése ya está mitigado. Tengo utilidad para Juana Prieto Martínez y para María del Águila Bulmes, mujeres con las que he tenido hijos. Para mi hija Isabel, para Natalia, mi hijastra, para mi hijo Luis, para mi otra hija, para mi nieta Albita, para mi nieta Clara, para mi nieto Gilí, para Daniel, para mi compañera actual, María Elías. Hay muchas personas que encuentran en mí una utilidad... Yo soy el hermano mayor también. María Victoria, Isabel, Soledad, Rosa y Juan Arturo. Es que no fui nunca hermano mayor de ellos. He recobrado el espacio que la vida me ha dado. Asumo mi responsabilidad, devuelvo cosas. Y desde luego en mi profesión, pues soy un referente también.
P. José Luis García Sánchez cuenta que recitando a Lorca estuvo a punto de ser asesinado.
R.
Era en 1982. Estaba en México haciendo con María Luisa Merlo un espectáculo en un espacio de flamenco. Hacía una telenovela, era muy popular. Y se nos ocurrió hacer un espectáculo poético, con versos de Lorca. Una noche recitaba Verde que te quiero verde y un tipo del público grita: "¡Chinga tu madre! ¡Pos yo lo quiero azul, cabrón!". Un señor con pistolas, un antiguo político, todos borrachos a su alrededor. Me paré y dije: "Ante esta grosería me permito empezar de nuevo el espectáculo". Pero empiezo el espectáculo de nuevo, Verde que te quiero verde, salen los bailaores, "Verde viento, ver...". "¡Chinga cabrón! !Lo quiero azul", grita otra vez el provocador. Y me dice María Luisa Merlo: "¡Mátalo, Super!", me llamaba Super porque trabajaba mucho. Y me voy hacia el tipo sintiéndome Hernán Cortés, y me saca la pistola, y yo me abalanzo y veo que tiene una placa de platino en la cabeza... Debió temer que le cayera encima muerto, que le diera en la cabeza y muriera él también... Él no disparó y el guardaespaldas también enfundó su pistola... Luego nos quedamos charlando y nos invitó a su casa, a beber más.
P. Dijo Rafael Azcona que con los dramas que usted contaba que le habían pasado Dostoievski no hubiera escrito ni una línea.
R.
Trabé amistad, le conté mis cosas y un día me disuadió de mis problemas. ¡Si eres un tío cojonudo, no te lamentes, si con tus problemas Dostoievski no hubiera escrito ni una línea!
P. ¿Cuál ha sido su mejor momento?
R.
Soy la suma de muchas cosas. Y lo mejor está por venir. Asumirte en tu decadencia, en tu deterioro.
P. ¿El reciente premio en Nueva York por el Quijote?
R.
Está Turno de oficio. Ahí me siento reciclado por Antonio Mercero. Y de ahí yo saltaría a El vuelo de la paloma, dirigida por García Sánchez. ¿Gente clave? González Sinde, Giménez Rico, Azcona por supuesto... Regueiro, aquella excelente Madregilda... Cuerda, Méndez Leite... Yo no sería nada sin el espíritu que me regalaron... Y después vinieron los más jóvenes, Fernando León con Familia, Santiago Segura, que todavía me da cameos diciendo que el día menos pensado seré el protagonista..., David Trueba... Han sido tan importantes para mí como la psiquiatría.
P. Y humanamente, ¿cuál fue su mejor momento?
R.
Cuando me dice en Nueva York mi psiquiatra, Manolo Trujillo: "El comienzo de la locura es el uso inadecuado de las palabras. Tú no puedes usar la palabra travieso cuando a lo mejor eres un asesino".
P. ¿Cuál ha sido el peor momento?
R.
En el 69, rodando Fortunata y Jacinta. Entré en una gran oscuridad. Una depresión fortísima a los cuatro días de rodaje, coincidiendo con la muerte de mi padre. Gritaba a Emma Penella: "¡Que echen a esta gorda!", y, claro, era la mujer del productor. Y me pasó cuando iba a rodar en Oslo, con Charlton Heston. Trasladé mi discurso interno a los rodajes... Y cuando vuelvo a España me encuentro en el periódico con la noticia del suicidio de George Sanders... "Ahí os quedáis con esa mierda", había dejado escrito en una nota.
P. Pues a usted le salva esa noticia.
R.
Pero sobre todo me salva Manolo Trujillo. Por eso cuando me dan el premio en Nueva York, él se viene conmigo y con María, y es un momento estupendo, porque veo que él se siente orgulloso de quien soy ahora. Me premian por lo que soy, no contratan a un pedazo de carne, como en el 69...
P. ¿Es cierto que usted acudió a pedirle el papel a Gutiérrez Aragón y se desnudó delante de él?
R.
Se demoraba el compromiso formal, ya tenía el papel. Me fui al productor y allí encontré a Manolo. Les dije: vamos a ver, ¿qué coño pasa aquí? ¿Se va a hacer esta película? He adelgazado doce kilos. Y claro que me desnudé; hasta los calzoncillos, no les enseñé las pelotas. A Manolo no le pareció nada; puso esa cara de Manolo. Decía: "Tienes unas canillas muy delgadas, de modo que me va muy bien".
P. Fue al Congreso, a protestar contra la guerra... ¿Qué sintió?
R.
Desprecio por la derecha; nos trató como personajillos entrometidos... Claro, ellos no entienden que somos la conciencia colectiva del pueblo, los cómicos. Ellos no van al teatro. Pero la gente que ha mamado la zarzuela, el teatro de comedia costumbrista español, que es el pueblo de este país y se ha amanecido con Rafaela Aparicio, con Florinda Chico, con Amparo Ribelles, con Fernán-Gómez, con Marsillach..., esa gente ha tocado el factor humano, somos los intermediarios del genio literario, no nos pueden comprar con dos mendrugos. Hago teatro porque miro la vida, porque me estoy mezclando, soy un vehículo de opinión... Sentí vergüenza de que haya una clase política tan poco solidaria.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Qué opina el Sr. Galiardo sobre el cánon digital propuesto por la SGAE?